Prof. Joaquín García Maquillas
Introducción
Decía en la clase anterior, pensamos
un proceso histórico que inicia en un tiempo un tanto lejano pero que, su
devenir, que incluye diferentes etapas y momentos cruciales, llega hasta nuestro presente. Mejor afirmemos; muchos problemas
abiertos en este pasado, constituyen nuestro presente.
Una historia singular transcurre en la
Conquista del Imperio Azteca: una joven, hija de un cacique de una comunidad
ubicada al sur de México, es vendida
como esclava a unos traficantes como
consecuencia de los planes maléficos de su madrastra. Después de algunas
travesías, ella, de quien conservamos como su nombre Malinche, es ofrecida a
Hernán Cortés, quien rápidamente la convierte en traductora ante las sucesivas
citas que tiene con Moctezuma. Al parecer los españoles le dieron por nombre
cristiano Marina o María. También hay quienes hablan de una
relación amorosa entre el conquistador y la joven.
Contamos con imágenes de la época que retratan esta historia como así también una memoria colectiva amplia que se traduce en expresiones artísticas como la de Amparo Ochoa y Gabino Palomares o más recientes como la de Alex Anwandte.
Contamos con imágenes de la época que retratan esta historia como así también una memoria colectiva amplia que se traduce en expresiones artísticas como la de Amparo Ochoa y Gabino Palomares o más recientes como la de Alex Anwandte.
La construcción de un orden colonial
Comienzo
compartiendo una extensa cita de un libro imprescindible para estudiar el
asunto que nos convoca, que es el “Nuestros
Paisanos los indios” de Carlos Martínez de Sarasola.
Culturas formadas durante siglos,
ciudades enteras, templos, caminos, fortalezas, aldeas, campos de cultivo, y lo
que daba vida a todo ello, los hombres, todo, absolutamente todo, fue cayendo
en las nuevas manos.
Sin embargo, la interrupción del
proceso de vida americano original no fue total, porque las avanzadas
conquistadoras penetraron paulatinamente, y porque hasta que la conquista no se
convirtió en colonización, las culturas originarias mantuvieron sus estructuras
tradicionales
España necesita tiempo para
realizar tres pasos indispensables: a) la ocupación, b) el poblamiento y c) la
organización de los nuevos territorios. Se trata de consolidar la conquista
para abrir las puertas a la colonización. Sin descanso [1], España y se empeña
en abrir varios frentes para penetrar el continente americano por diversas
líneas hasta el actual territorio argentino llegan distintas corrientes:
a) La
del Este (luego transformada en línea asunceña, desde 1536, colonizadora del Litoral)
b) La
del Norte (desde Perú y a partir de 1550, consolida el asentamiento en el
Noroeste asegurando la comunicación con los Andes Centrales)
c) La
del Oeste (desde Chile y Colonizadora de Cuyo)
[1] Por lo menos fueron seis las
líneas de penetración más importantes: la antillana, la mexicana, la panameña,
la peruana, la asunceña y la chilena.
Del
mismo libro comparto estos dos mapas que realiza el autor. Está claro que la configuración
territorial del orden colonial implicó también la de los territorios indígenas libres. Esto, como consecuencia de los
límites del poder conquistador pero también de la capacidad de las comunidades
indígenas para resistir y redefinir sus modos de vida. La delimitación de ambas
zonas será borrosa, unas fronteras que se mantendrán a hasta finales del siglo
XIX y comienzo del siglo XX cuando el Estado Nación realice su ocupación plena.
Mientras tanto, las relaciones comerciales y políticas –como la firma de
tratados de paz - será una constante del
periodo, por supuesto, no exenta de conflictos entre ambos lados.
Me
parece oportuno en este punto recuperar una cita de José Luis Romero, de su
libro “Latinoamérica, las ciudades y las
ideas”, que nos permite entender la particularidad que adquirió la territorialidad del orden colonial en
América.
La toma de posesión del territorio
fue total. Se le dio una fundamentación jurídica y teológica, construida sobre
montañas de argumentos; pero el conquistador vivió su propio fundamentación,
que era indiscutible porque estaba basada en un acto de voluntad y era, en el
fondo, sagrada. Se tomó posesión del territorio concreto donde se ponían los
pies y se ha sentado a la ciudad; pero además del territorio conocido, se tomó
posesión intelectual de todo el territorio desconocido; y se lo repartió sin
conocerlo indiferente a los errores de centenares de leguas que pudiera haber
en las adjudicaciones. Así las jurisdicciones quedaron fijadas en derecho antes
de que pudieran fijarse de hecho. El establecimiento fue siempre formal al
mismo tiempo que real; pero el establecimiento formal superable alcance del real
[…]
El
geógrafo Luis Berneth Peña Reyes, en un artículo titulado “Reflexiones sobre
las concepciones de conflicto en la geografía humana” nos aporta un concepto de
territorio y territorialidad que pueden enriquecer nuestras reflexiones.
Cuando nos referimos al territorio
de una forma no metafórica, si no teórica, nos referimos a un espacio social
limitado, ocupado y utilizado como consecuencia de la puesta en práctica de su
territorialidad (Sack,1986). Esto significa que el núcleo de la comprensión de
los conflictos territoriales debe hacerse buscando los elementos que componen
la territorialidad humana. Según Robert
Sack, la territorialidad se pone en práctica a través de 1) la aceptación
general de la clasificación del espacio (por ejemplo lo nuestro en contra de lo
de ustedes); 2) la comunicación del sentido de lugar, es decir, los discursos
espaciales cuyo objetivo fundamental es crear un sentido de apropiación
subjetiva del espacio que refuerce las ideas de borde, marca y frontera; y 3)
el refuerzo del control sobre el espacio mediante la vigilancia y el
mantenimiento del orden. La combinación de consentimiento y coacción en las
estrategias de territorialidad se conoce normalmente como hegemonía (Sack,
1986)
Debido a que los sujetos y
organizaciones políticas, económicas y sociales se encuentran en una trama de
relaciones de poder que hace que su hegemonía nunca sea establece ni total, es
lógico pensar que el establecimiento de la territorialidad de unos tenga como
contraparte la desestructuración de un orden espacial. En otras palabras, que
la territorialización de algo representa la desterritorialización de otro algo (sea
proceso, agente, instituciones etc).
Diego Rivera, El desembarco de los españoles en Veracruz
Retomando
la lectura de Martínez de Sarasola, decimos que la reorganización integral de
los territorios ocupados se llevó a cabo a partir de tres mecanismos principales: la ciudad, el trabajo impuesto y la
evangelización.
Respecto
a la ciudad, el carácter
marcadamente urbano que adquirió la colonización fue crucial para que un puñado
de conquistadores no desapareciera en la vastedad de una América totalmente
extraña. En este sentido, la ciudad española en América fue el nuevo núcleo de
reunión y concentración. Albergaba la intimidad de los conquistadores, era
centro de la actividad rural que se desarrollaba en la periferia y, por sobre
todo, era la usina de los planes que luego, puestos en ejecución, afianzarían
día tras días el proyecto colonizador.
José
Luis Romero expone lo siguiente en relación a la concepción de los
conquistadores pero también al sentido de la fundación de las ciudades:
En todos los casos un inconmovible
preconcepto los llevó a operar como si la tierra conquistada estuviera vacía
–culturalmente vacía-, y sólo poblada por individuos que podían y debían ser
desarraigados de su trama cultural para incorporarlos desgajados al sistema
económico que los conquistadores instauraron, mientras procuraban reducirlos a
su sistema cultural por la vía de la catequesis religiosa. El aniquilamiento de las viejas culturas
–primitivas o desarrolladas- y la deliberada ignorancia de su significación
constituía el paso imprescindible para el designio fundamental de la conquista:
instaurar sobre una naturaleza vacía una nueva Europa, a cuyos montes, ríos y
provincias ordenaba una real cédula que les pusiera nombres como si nunca los
hubieran tenido […]
La fundación, más que erigir la ciudad
física, creaba una sociedad […]
Instrumento de la ocupación
territorial y de la constitución de una nueva sociedad en esos territorios, las
ciudades latinoamericanas de la primera época fueron fundadas formalmente. Pero
la primera o la fundacional es fruto de un proceso externo que se origina en el
de en el designio de los conquistadores. Por ello la fundación fue un acto
político. Los hechos se repitieron muchas veces de manera semejante. Un pequeño
ejército de españoles o portugueses mandado por alguien que poseía una
autoridad formalmente incuestionable, y generalmente acompañado por cierto
número de indígenas, llegaba determinado lugar y, previa elección más o menos
cuidadosa del sitio, se instalaba en el con la intención de que un grupo
permaneciera definitivamente allí. Era un acto político que significaba el
designio- apoyado en la fuerza- de ocupar la tierra y afirmar el derecho de los
conquistadores. Por eso se perfeccionaba el acto político con un gesto
simbólico: el conquistador arrancó unos puñados de hierba, da con su espada de
tres golpes sobre el suelo y, finalmente, reta duelo a quien se oponga al acto
de fundación. Eventualmente, el acto político podía tener otra finalidad:
afirmar el derecho eminente de un conquistador sobre otro, cuando las
capitulaciones o donaciones eran equivocadas. Pero la toma de posesión del
territorio y la sujeción de la población indígena constituyeron siempre los
objetivos primordiales.
Resulta
por demás sugerente la definición que hace José Luis Romero sobre la fundación
como acto político; práctica que, por medio de la fuerza y legitimada
simbólicamente, se encarga de la construcción de un orden, de la invención de
una comunidad que, por las características que adquiere la
sociedad colonial, se constituye por incluidos y excluidos, y cuerpos sociales
ordenados jerárquicamente y por segmentos.
La imposición del trabajo a las
comunidades indígenas implicó el establecimiento de instituciones cuyos fines
fue el de explotar de manera provechosa la mano de obra adecuándose a la
variedad de actividades pero también a las características de las diferentes
regiones. Entre las que podemos citar están: la encomienda, la mita, el
yanaconazgo
Estas
instituciones excedieron el marco enteramente económico, ya que sus sentidos y
significación estaban dados por las motivaciones y fines que definía la
evangelización. Lo que abrió en numerosos momentos diferentes debates y
disputas sobre su funcionamiento.
Señala
Martinez de Sarasola que las consecuencias del trabajo impuesto más funesta fue
la conmoción sufrida en el mundo indígena a causa de un hecho clave: la pérdida
de la tierra.
La tierra no es para el indio solo
una posibilidad de subsistencia o el hogar, sino su apoyo existencial. La
posesión de la tierra posibilita el trabajo colectivo de la comunidad; el
afianzamiento de los lazos de solidaridad; la continuidad y el crecimiento de
los núcleos familiares; la elección de los sitios sagrados y festivos; la
definición del mundo.
El indígena necesita la tierra
porque sin ella pierde su identidad social y étnica (Shavenhagen, 1969), pero
la necesita porque desde ella establece su relación con el resto del
mundo.
La actividad evangelizadora quedó plasmada
territorialmente a partir de establecimientos
de instituciones religiosas en las urbes y poblados que se fundaban:
conventos, curatos, obispados.
Pero
la evangelización se extendió por fuera de los límites que comenzaban a definir
las ciudades. Las diferentes órdenes religiosas (franciscanos y jesuitas)
lograron adentrarse a territorios indígenas y formar comunidades propias. Esto
retomaremos luego, pero compartamos otra cita de José Luis Romero, de lo que él
define “la mentalidad del conquistador”, que nos permite pensar en cómo la
evangelización fue un mecanismo clave en la estructuración del orden colonial;
territorialmente pero también social, económica y políticamente.
La
tierra que ahora ocupaban - una tierra real, con ríos y llanuras, lagos y
volcanes- debía ser una prolongación de la tierra que dejaron el día que se
embarcaron en los navíos.
En
rigor, esta actitud suponía la vigencia incuestionable de una Concepción que
movió la Europa cristiana desde que comenzó su expansión: la Europa cristiana
constituía el único mundo válido, en medio de mundos inferiores y sumidos en la
oscuridad. Esta concepción etnocéntrica no era única y original: ciertamente,
los musulmanes la poseyeron y por eso desencadenaron la guerra santa: y la
Europa cristiana, que la sintió arraigada en la romanidad y la robusteció con
su fe, aprendió en el ejemplo musulmán que tenía el derecho de imponerla a los
mundos inferiores y oscuros. Desde las cruzadas -y no es un azar- la catequesis
concebida como mensaje espiritual, tal como la concebía aún Raimundo Lulio en
el siglo XIII, reemplazada por la guerra contra El infiel presidida por la
siempre entrevista imagen del apóstol Santiago, antes mata moros y luego mata
indios. Era una guerra sin cuartel porque era la guerra del bien contra el mal
y quiénes la emprendieron estaban seguros de que representaban el bien:
"Templos del demonio" se llamaba el piadoso Motolinía a los que los
conquistadores destruyeron en México.
La Sociedad Colonial

Algo
que resulta crucial es que, en el caso americano, la segmentación de los
estamentos se definirá en términos étnicos y ello derivará en prácticas
raciales y discriminatorias.
De
un modo muy general podemos distinguir: la población blanca dividida entre
aquellos de origen europeo y aquellos nacidos en América (criollos), la
población indígena (sometidos a variadas modos de sujeción y explotación) y la
población africana esclavizada fruto de un comercio marítimo de grandes
escalas (incluía los tres continentes, África, Europa y América).
A su
vez, podemos decir que las sociedades urbanas coloniales eran heterogéneas. El
mestizaje fue parte mismo de su paisaje. Un sector importante de artesanos y comerciantes
estaba constituido por una población blanca generalmente criollos que quedaban
al margen de las decisiones políticas. Algunos esclavos lograban alcanzar el
rango de libertos. Las poblaciones
indígenas generalmente fueron confinadas en zonas rurales.
Para
terminar con esta breve descripción, comparto la cita de un libro de Loris
Zanatta titulado “Historia de América Latina”.
Como todas las sociedades
occidentales de aquella época, también la ibérica en América era orgánica, y
presentaba dos rasgos fundamentales: era una sociedad “sin individuos”, en el
sentido de que los individuos se veían sometidos al organismo social en su
conjunto; y era jerárquica, porque, como en todo cuerpo orgánico, tampoco en
este todos sus miembros tenían la misma relevancia, ya que se consideraba que
cada uno debía desempeñar el papel que Dios y la naturaleza le habían asignado.
[…]
Un orden corporativo que en América
Latina asumió rasgos inéditos o más marcados que los de cualquier orden análogo
y cuya característica más evidente es su naturaleza segmentaria las frecuentes
barreras entre un estado y otro de aquella sociedad De hecho no eran sólo el
fruto de la riqueza o de linaje, pero eran acumulativas: también eran barreras
étnicas y culturales que, en especial donde más numerosa era la población india
o esclava, equivalían a comportamientos que separaban mundos extraños entre sí,
aunque constreñidos a vivir en estrecha relación.
Complejo cultural jesuita-guaraní
Algunos
sostienen que si existió en algún momento la posibilidad de que la conquista fuera más bien un encuentro entre culturas y diera por resultado otra cosa, esa chance
quedó trunca en el año 1767-68 tras la expulsión de los Jesuitas. Claro está, hay quienes manifiestan todo lo
contrario.
Sin embargo,
1767-68 marca la interrupción de un proceso singular que tuvo su epicentro en
la región de la Mesopotamia y el Litoral, que incluye zonas del actual Paraguay,
Brasil y Argentina.
Seguiremos
nuevamente a Martínez de Sarasola.
El complejo jesuita-guaraní se conformó en una “cultura regional” a partir de los siguientes factores:
El complejo jesuita-guaraní se conformó en una “cultura regional” a partir de los siguientes factores:
- Peculiaridades de la integración jesuita-guaraní
- Ausencia de la propiedad de la tierra en la organización comunitaria
- Autonomía política respecto de la Corona y los conquistadores
- Ausencia de servicio personal de los indígenas
- Posesión de fuerzas militares propias
- Autosuficiencia integral progresiva
El éxito
de la empresa de los jesuitas en la organización de estas comunidades puede
entenderse por el grado de aceptación de la cultura y organización de los
guaraníes, cuyos jefes fueron incorporados al nuevo orden construido y, particularmente,
no se instauró un nuevo régimen de propiedad de la tierra. Además de la
preservación de una relativa autonomía, los guaraníes lograban resguardarse
ante el avance de otras comunidades indígenas y de los conquistadores.
De
este modo se constituyó un doble movimiento: mientras la Corona utiliza a los
guaraníes como un modo de contener el avance portugués, los guaraníes acrecientan
su poderío militar para una defensa integral. Esta cuestión será un nudo
problemático clave al momento de la expulsión de los jesuitas.
Entre
las tensiones que se constituyeron con el orden colonial en proceso de
conformación, podemos señalar que en estas comunidades jesuitas-guaraníes se
prohibió el servicio personal indígena, se excluyó del gobierno a civiles
españoles y su desarrollo económico promovió una progresiva autosuficiencia que
aseguraba autonomía política y fuerza militar propia.
Por
último. En otro registro: en 1986, se publicó la película La Misión. Como toda expresión artística tiene la
potencia de disparar varios sentidos ante este asunto que van más allá de las
intenciones que su propio director pudo tener. Es decir, entre el artista, la
obra de arte y el público siempre hay una distancia que no se puede disolver,
la obra se encuentra siempre en disponibilidad de ser resinificada e
interpretada. Entonces, podemos reflexionar en un doble sentido, preguntarnos
por lo que se ha querido mostrar, pero también interpretar libremente las escenas
que se visualizan y asociarlas con nuestras lecturas. Dicho este comentario comparto el enlace de la película,
invitándolos a que la vean.
A modo de cierre
El
sentido de esta clase ha sido el de presentar una exposición que acompañe y se
complemente con las lecturas propuestas para trabajar. Es importante reparar en
el contexto histórico de cada proceso que estudiamos.
El
ejercicio de problematizar y plantear preguntas críticas será la tarea y
desafío de ustedes. Por lo pronto,
reparo en algunas ideas para finalizar este recorrido propuesto.
Loris
Zanatta, el autor que nos acompaña en esta clase, expone lo siguiente:
Las sociedades coloniales
americanas desarrollaron los rasgos que no sólo condicionaron el posterior
tránsito a la independencia, sino que plasmaron una densa herencia con lo cual
la entera historia de los periodos posteriores tuvo que ajustar una y otra vez
las cuentas. Entre aquellos rasgos se destacan la naturaleza conciliadora del
vínculo entre los reinos americanos y los soberanos europeos, la tensión entre
la unidad política y la segmentación social, la organización y la concepción
corporativa del orden social, la superposición entre orden político y homogeneidad
espiritual y el nacimiento de una economía periférica, vale decir, dirigida
hacia los mercados trasatlánticos […]
Aquella América compartió desde
entonces rasgos y destinos de la civilización hispánica, cuyo elemento unitario
y principio inspirador residía en la catolicidad, en la cual encontraba,
además, su misión política.
Lo
afirmado en el último párrafo es importante para pensar en el marco de nuestro
espacio curricular y merece cierto detenimiento, puesto que, como veremos más
adelante, autores como Domingo F. Sarmiento renegarán de esta herencia
hispánica en el contexto de una época signada por la definición de un Proyecto de Nación y, por supuesto, en
ese momento clave de organización del sistema educativo. Pero además, notaremos
que, sobre todo, luego de 1930, el catolicismo impregnará en el sistema
educativo de un modo tal que, a pesar de los diferentes vaivenes políticos,
consolidará sus poder e influencia durante el siglo XX.
Adriana
Puiggrós, a quien leemos, piensa la educación colonial en términos de
continuidad con algunos proyectos educativos que se manifiestan durante la
etapa post-independentista. Es el caso,
principalmente, de Facundo Quiroga y Juan Manuel de Rosas. Así mismo, cabo la
pregunta de ¿qué ofrecerán de distinto
los proyectos educativos que podemos calificar de modernos? Juan Carlos
Tedesco, en un trabajo que leeremos las próximas clases, afirma que es Manuel
Belgrano quien inaugura en Argentina el debate educativo en términos modernos.
Entonces, aquí aparece una distinción que podría resultar importante considerar
aunque sea demasiada general. Por un lado tenemos una educación colonial y por
otro lado, una educación en “términos modernos”. Sobre esto volveremos.
Al
respecto, Mestizaje de Sarasola expone que las causas del mestizaje fueron por
lo menos tres: 1) el establecimiento de una política poblacional que incluía al
indígena (contraria a la experiencia inglesa), 2) la predisposición de ciertas
comunidades a la integración, 3) ausencia de mujeres durante la Conquista en
los primeros tiempos.
En
su exposición se detiene sobre el rol de la mujer y expone lo siguiente:
[…] en todos aquellos lugares en
que se produjo la unión entre el conquistador y la india, la mujer actúa como
preservadora de la cultura originaria, ya que engendra un nuevo tipo humano e
inicia una nueva forma de vida en el continente, que si bien no es exclusivamente
la indígena, tampoco es la del conquistador, triunfador en la contienda bélica
pero dudoso vencedor en este otro encuentro con la mujer de esta tierra.
En
la próxima clase trabajaremos el modo en que este orden colonial se desmorona y
da lugar al proceso independentista y, luego, el de la formación de los nuevos
estados-nacionales latinoamericanos. Vamos
a pensar que las propias Reformas Borbónicas del Siglo XVIII sentaron algunas
premisas.
Para terminar, mis dos últimos comentarios.
La
provincia de Córdoba cuenta con un patrimonio arqueológico muy importante,
tanto indígena como colonial. Respecto al primero, contamos en la ciudad de
Córdoba con el Museo Antropológico de la UNC. En relación al orden colonial,
particularmente podemos hacer mención a las numerosas estancias jesuitas.
Cuando pase la cuarentena y si las condiciones económicas son favorables pueden
ser buenos destinos para visitar.
De la lectura que nos
propone Adriana Puiggrós, siempre
recuerdo la historia del mulato Ambrioso Millicay, quien fue castigado en por
haberse descubierto que sabía leer y escribir. Historia tan distante pero vigente, puesto
que revela el carácter urgente, más aún en este tiempo de crisis, de entender
la educación como un derecho.
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