Clase 2: De la Conquista a la Colonia: enseñar y aprender (Parte II)


Prof. Joaquín García Maquillas
Introducción

Decía en la clase anterior, pensamos un proceso histórico que inicia en un tiempo un tanto lejano pero que, su devenir, que incluye diferentes etapas y momentos cruciales,  llega hasta nuestro presente.  Mejor afirmemos; muchos problemas abiertos en este pasado, constituyen nuestro presente.
Una historia singular transcurre en la Conquista del Imperio Azteca: una joven, hija de un cacique de una comunidad ubicada al sur de México,  es vendida como esclava a  unos traficantes como consecuencia de los planes maléficos de su madrastra. Después de algunas travesías, ella, de quien conservamos como su nombre Malinche, es ofrecida a Hernán Cortés, quien rápidamente la convierte en traductora ante las sucesivas citas que tiene con Moctezuma. Al parecer los españoles le dieron por nombre cristiano Marina o María. También hay quienes hablan de una relación amorosa entre el conquistador y la joven. 
Contamos con imágenes de la época que retratan esta historia como así también una memoria colectiva amplia que se traduce en expresiones artísticas como la de Amparo Ochoa y Gabino Palomares o más recientes como la de Alex Anwandte.

 Lienzo de Tlaxcala. 1519

Lienzo de Tlaxcala, siglo XVI


La construcción de un orden colonial
Comienzo compartiendo una extensa cita de un libro imprescindible para estudiar el asunto que nos convoca, que es el “Nuestros Paisanos los indios” de Carlos Martínez de Sarasola. 
Culturas formadas durante siglos, ciudades enteras, templos, caminos, fortalezas, aldeas, campos de cultivo, y lo que daba vida a todo ello, los hombres, todo, absolutamente todo, fue cayendo en las nuevas manos.
Sin embargo, la interrupción del proceso de vida americano original no fue total, porque las avanzadas conquistadoras penetraron paulatinamente, y porque hasta que la conquista no se convirtió en colonización, las culturas originarias mantuvieron sus estructuras tradicionales
España necesita tiempo para realizar tres pasos indispensables: a) la ocupación, b) el poblamiento y c) la organización de los nuevos territorios. Se trata de consolidar la conquista para abrir las puertas a la colonización. Sin descanso [1], España y se empeña en abrir varios frentes para penetrar el continente americano por diversas líneas hasta el actual territorio argentino llegan distintas corrientes:
a)  La del Este (luego transformada en línea asunceña, desde 1536, colonizadora del Litoral)
b)   La del Norte (desde Perú y a partir de 1550, consolida el asentamiento en el Noroeste asegurando la comunicación con los Andes Centrales)
c)     La del Oeste (desde Chile y Colonizadora de Cuyo)
[1] Por lo menos fueron seis las líneas de penetración más importantes: la antillana, la mexicana, la panameña, la peruana, la asunceña y la chilena.
Del mismo libro comparto estos dos mapas que realiza el autor. Está claro que la configuración territorial del orden colonial implicó también la de los territorios indígenas libres. Esto, como consecuencia de los límites del poder conquistador pero también de la capacidad de las comunidades indígenas para resistir y redefinir sus modos de vida. La delimitación de ambas zonas será borrosa, unas fronteras que se mantendrán a hasta finales del siglo XIX y comienzo del siglo XX cuando el Estado Nación realice su ocupación plena. Mientras tanto, las relaciones comerciales y políticas –como la firma de tratados de paz -  será una constante del periodo, por supuesto, no exenta de conflictos entre ambos lados.
Me parece oportuno en este punto recuperar una cita de José Luis Romero, de su libro “Latinoamérica, las ciudades y las ideas”, que nos permite entender la particularidad que adquirió la territorialidad del orden colonial en América.   
La toma de posesión del territorio fue total. Se le dio una fundamentación jurídica y teológica, construida sobre montañas de argumentos; pero el conquistador vivió su propio fundamentación, que era indiscutible porque estaba basada en un acto de voluntad y era, en el fondo, sagrada. Se tomó posesión del territorio concreto donde se ponían los pies y se ha sentado a la ciudad; pero además del territorio conocido, se tomó posesión intelectual de todo el territorio desconocido; y se lo repartió sin conocerlo indiferente a los errores de centenares de leguas que pudiera haber en las adjudicaciones. Así las jurisdicciones quedaron fijadas en derecho antes de que pudieran fijarse de hecho. El establecimiento fue siempre formal al mismo tiempo que real; pero el establecimiento formal superable alcance del real […]
El geógrafo Luis Berneth Peña Reyes, en un artículo titulado “Reflexiones sobre las concepciones de conflicto en la geografía humana” nos aporta un concepto de territorio y territorialidad que pueden enriquecer nuestras reflexiones.
Cuando nos referimos al territorio de una forma no metafórica, si no teórica, nos referimos a un espacio social limitado, ocupado y utilizado como consecuencia de la puesta en práctica de su territorialidad (Sack,1986). Esto significa que el núcleo de la comprensión de los conflictos territoriales debe hacerse buscando los elementos que componen la territorialidad humana.  Según Robert Sack, la territorialidad se pone en práctica a través de 1) la aceptación general de la clasificación del espacio (por ejemplo lo nuestro en contra de lo de ustedes); 2) la comunicación del sentido de lugar, es decir, los discursos espaciales cuyo objetivo fundamental es crear un sentido de apropiación subjetiva del espacio que refuerce las ideas de borde, marca y frontera; y 3) el refuerzo del control sobre el espacio mediante la vigilancia y el mantenimiento del orden. La combinación de consentimiento y coacción en las estrategias de territorialidad se conoce normalmente como hegemonía (Sack, 1986)
Debido a que los sujetos y organizaciones políticas, económicas y sociales se encuentran en una trama de relaciones de poder que hace que su hegemonía nunca sea establece ni total, es lógico pensar que el establecimiento de la territorialidad de unos tenga como contraparte la desestructuración de un orden espacial. En otras palabras, que la territorialización de algo representa la desterritorialización de otro algo (sea proceso, agente, instituciones etc).
Diego Rivera, El desembarco de los españoles en Veracruz
Retomando la lectura de Martínez de Sarasola, decimos que la reorganización integral de los territorios ocupados se llevó a cabo a partir de tres mecanismos principales: la ciudad, el trabajo impuesto y la evangelización.
Respecto a la ciudad, el carácter marcadamente urbano que adquirió la colonización fue crucial para que un puñado de conquistadores no desapareciera en la vastedad de una América totalmente extraña. En este sentido, la ciudad española en América fue el nuevo núcleo de reunión y concentración. Albergaba la intimidad de los conquistadores, era centro de la actividad rural que se desarrollaba en la periferia y, por sobre todo, era la usina de los planes que luego, puestos en ejecución, afianzarían día tras días el proyecto colonizador.
José Luis Romero expone lo siguiente en relación a la concepción de los conquistadores pero también al sentido de la fundación de las ciudades:
En todos los casos un inconmovible preconcepto los llevó a operar como si la tierra conquistada estuviera vacía –culturalmente vacía-, y sólo poblada por individuos que podían y debían ser desarraigados de su trama cultural para incorporarlos desgajados al sistema económico que los conquistadores instauraron, mientras procuraban reducirlos a su sistema cultural por la vía de la catequesis religiosa.  El aniquilamiento de las viejas culturas –primitivas o desarrolladas- y la deliberada ignorancia de su significación constituía el paso imprescindible para el designio fundamental de la conquista: instaurar sobre una naturaleza vacía una nueva Europa, a cuyos montes, ríos y provincias ordenaba una real cédula que les pusiera nombres como si nunca los hubieran tenido […]
La fundación, más que erigir la ciudad física, creaba una sociedad […]
Instrumento de la ocupación territorial y de la constitución de una nueva sociedad en esos territorios, las ciudades latinoamericanas de la primera época fueron fundadas formalmente. Pero la primera o la fundacional es fruto de un proceso externo que se origina en el de en el designio de los conquistadores. Por ello la fundación fue un acto político. Los hechos se repitieron muchas veces de manera semejante. Un pequeño ejército de españoles o portugueses mandado por alguien que poseía una autoridad formalmente incuestionable, y generalmente acompañado por cierto número de indígenas, llegaba determinado lugar y, previa elección más o menos cuidadosa del sitio, se instalaba en el con la intención de que un grupo permaneciera definitivamente allí. Era un acto político que significaba el designio- apoyado en la fuerza- de ocupar la tierra y afirmar el derecho de los conquistadores. Por eso se perfeccionaba el acto político con un gesto simbólico: el conquistador arrancó unos puñados de hierba, da con su espada de tres golpes sobre el suelo y, finalmente, reta duelo a quien se oponga al acto de fundación. Eventualmente, el acto político podía tener otra finalidad: afirmar el derecho eminente de un conquistador sobre otro, cuando las capitulaciones o donaciones eran equivocadas. Pero la toma de posesión del territorio y la sujeción de la población indígena constituyeron siempre los objetivos primordiales.
Resulta por demás sugerente la definición que hace José Luis Romero sobre la fundación como acto político; práctica que,  por medio de la fuerza y legitimada simbólicamente, se encarga de la construcción de un orden, de la invención de una comunidad  que, por las características que adquiere la sociedad colonial, se constituye por incluidos y excluidos, y cuerpos sociales ordenados jerárquicamente y por segmentos.
La imposición del trabajo a las comunidades indígenas implicó el establecimiento de instituciones cuyos fines fue el de explotar de manera provechosa la mano de obra adecuándose a la variedad de actividades pero también a las características de las diferentes regiones. Entre las que podemos citar están: la encomienda, la mita, el yanaconazgo
Estas instituciones excedieron el marco enteramente económico, ya que sus sentidos y significación estaban dados por las motivaciones y fines que definía la evangelización. Lo que abrió en numerosos momentos diferentes debates y disputas sobre su funcionamiento.
Señala Martinez de Sarasola que las consecuencias del trabajo impuesto más funesta fue la conmoción sufrida en el mundo indígena a causa de un hecho clave: la pérdida de la tierra.
La tierra no es para el indio solo una posibilidad de subsistencia o el hogar, sino su apoyo existencial. La posesión de la tierra posibilita el trabajo colectivo de la comunidad; el afianzamiento de los lazos de solidaridad; la continuidad y el crecimiento de los núcleos familiares; la elección de los sitios sagrados y festivos; la definición del mundo.
El indígena necesita la tierra porque sin ella pierde su identidad social y étnica (Shavenhagen, 1969), pero la necesita porque desde ella establece su relación con el resto del mundo. 
La actividad evangelizadora quedó plasmada territorialmente a partir de establecimientos  de instituciones religiosas en las urbes y poblados que se fundaban: conventos, curatos, obispados.
Pero la evangelización se extendió por fuera de los límites que comenzaban a definir las ciudades. Las diferentes órdenes religiosas (franciscanos y jesuitas) lograron adentrarse a territorios indígenas y formar comunidades propias. Esto retomaremos luego, pero compartamos otra cita de José Luis Romero, de lo que él define “la mentalidad del conquistador”, que nos permite pensar en cómo la evangelización fue un mecanismo clave en la estructuración del orden colonial; territorialmente pero también social, económica y políticamente.
La tierra que ahora ocupaban - una tierra real, con ríos y llanuras, lagos y volcanes- debía ser una prolongación de la tierra que dejaron el día que se embarcaron en los navíos.
En rigor, esta actitud suponía la vigencia incuestionable de una Concepción que movió la Europa cristiana desde que comenzó su expansión: la Europa cristiana constituía el único mundo válido, en medio de mundos inferiores y sumidos en la oscuridad. Esta concepción etnocéntrica no era única y original: ciertamente, los musulmanes la poseyeron y por eso desencadenaron la guerra santa: y la Europa cristiana, que la sintió arraigada en la romanidad y la robusteció con su fe, aprendió en el ejemplo musulmán que tenía el derecho de imponerla a los mundos inferiores y oscuros. Desde las cruzadas -y no es un azar- la catequesis concebida como mensaje espiritual, tal como la concebía aún Raimundo Lulio en el siglo XIII, reemplazada por la guerra contra El infiel presidida por la siempre entrevista imagen del apóstol Santiago, antes mata moros y luego mata indios. Era una guerra sin cuartel porque era la guerra del bien contra el mal y quiénes la emprendieron estaban seguros de que representaban el bien: "Templos del demonio" se llamaba el piadoso Motolinía a los que los conquistadores destruyeron en México.

  La Sociedad Colonial
Los rasgos que adquieren las sociedades coloniales en América, guardan estrecha relación con el modelo de sociedad que tiene España.  Hablamos de sociedades estamentales, prácticamente sin movilidad social, cuya desigualdades económicas y sociales se materializan en términos jurídicos e institucionales. En efecto, el orden político jerárquico es una marca fundamental. 
Algo que resulta crucial es que, en el caso americano, la segmentación de los estamentos se definirá en términos étnicos y ello derivará en prácticas raciales y discriminatorias.
De un modo muy general podemos distinguir: la población blanca dividida entre aquellos de origen europeo y aquellos nacidos en América (criollos), la población indígena (sometidos a variadas modos de sujeción y explotación) y la población africana esclavizada fruto de un comercio marítimo de grandes escalas (incluía los tres continentes, África, Europa y América). 
A su vez, podemos decir que las sociedades urbanas coloniales eran heterogéneas. El mestizaje fue parte mismo de su paisaje. Un sector importante de artesanos y comerciantes estaba constituido por una población blanca generalmente criollos que quedaban al margen de las decisiones políticas. Algunos esclavos lograban alcanzar el rango de libertos.  Las poblaciones indígenas generalmente fueron confinadas en zonas rurales.
Para terminar con esta breve descripción, comparto la cita de un libro de Loris Zanatta titulado “Historia de América Latina”
Como todas las sociedades occidentales de aquella época, también la ibérica en América era orgánica, y presentaba dos rasgos fundamentales: era una sociedad “sin individuos”, en el sentido de que los individuos se veían sometidos al organismo social en su conjunto; y era jerárquica, porque, como en todo cuerpo orgánico, tampoco en este todos sus miembros tenían la misma relevancia, ya que se consideraba que cada uno debía desempeñar el papel que Dios y la naturaleza le habían asignado. […]
Un orden corporativo que en América Latina asumió rasgos inéditos o más marcados que los de cualquier orden análogo y cuya característica más evidente es su naturaleza segmentaria las frecuentes barreras entre un estado y otro de aquella sociedad De hecho no eran sólo el fruto de la riqueza o de linaje, pero eran acumulativas: también eran barreras étnicas y culturales que, en especial donde más numerosa era la población india o esclava, equivalían a comportamientos que separaban mundos extraños entre sí, aunque constreñidos a vivir en estrecha relación. 
Complejo cultural jesuita-guaraní
Algunos sostienen que si existió en algún momento la posibilidad de que la conquista fuera más bien un encuentro entre culturas  y diera por resultado otra cosa, esa chance quedó trunca en el año 1767-68 tras la expulsión de los Jesuitas.  Claro está, hay quienes manifiestan todo lo contrario.  
Sin embargo, 1767-68 marca la interrupción de un proceso singular que tuvo su epicentro en la región de la Mesopotamia y el Litoral, que incluye zonas del actual Paraguay, Brasil y Argentina.


Seguiremos nuevamente a Martínez de Sarasola. 
El complejo jesuita-guaraní se conformó en una “cultura regional” a partir de los siguientes factores:
  • Peculiaridades de la integración jesuita-guaraní
  • Ausencia de la propiedad de la tierra en la organización comunitaria
  • Autonomía política respecto de la Corona y los conquistadores
  • Ausencia de servicio personal de los indígenas
  • Posesión de fuerzas militares propias
  • Autosuficiencia integral progresiva
El éxito de la empresa de los jesuitas en la organización de estas comunidades puede entenderse por el grado de aceptación de la cultura y organización de los guaraníes, cuyos jefes fueron incorporados al nuevo orden construido y, particularmente, no se instauró un nuevo régimen de propiedad de la tierra. Además de la preservación de una relativa autonomía, los guaraníes lograban resguardarse ante el avance de otras comunidades indígenas y de los conquistadores.
De este modo se constituyó un doble movimiento: mientras la Corona utiliza a los guaraníes como un modo de contener el avance portugués, los guaraníes acrecientan su poderío militar para una defensa integral. Esta cuestión será un nudo problemático clave al momento de la expulsión de los jesuitas.  
Entre las tensiones que se constituyeron con el orden colonial en proceso de conformación, podemos señalar que en estas comunidades jesuitas-guaraníes se prohibió el servicio personal indígena, se excluyó del gobierno a civiles españoles y su desarrollo económico promovió una progresiva autosuficiencia que aseguraba autonomía política y fuerza militar propia.
Por último. En otro registro: en 1986, se publicó la película La Misión. Como toda expresión artística tiene la potencia de disparar varios sentidos ante este asunto que van más allá de las intenciones que su propio director pudo tener. Es decir, entre el artista, la obra de arte y el público siempre hay una distancia que no se puede disolver, la obra se encuentra siempre en disponibilidad de ser resinificada e interpretada. Entonces, podemos reflexionar en un doble sentido, preguntarnos por lo que se ha querido mostrar, pero también interpretar libremente las escenas que se visualizan y asociarlas con nuestras lecturas. Dicho este comentario comparto el enlace de la película, invitándolos a que la vean.
A modo de cierre
El sentido de esta clase ha sido el de presentar una exposición que acompañe y se complemente con las lecturas propuestas para trabajar. Es importante reparar en el contexto histórico de cada proceso que estudiamos.
El ejercicio de problematizar y plantear preguntas críticas será la tarea y desafío de ustedes.  Por lo pronto, reparo en algunas ideas para finalizar este recorrido propuesto.
Loris Zanatta, el autor que nos acompaña en esta clase, expone lo siguiente:
Las sociedades coloniales americanas desarrollaron los rasgos que no sólo condicionaron el posterior tránsito a la independencia, sino que plasmaron una densa herencia con lo cual la entera historia de los periodos posteriores tuvo que ajustar una y otra vez las cuentas. Entre aquellos rasgos se destacan la naturaleza conciliadora del vínculo entre los reinos americanos y los soberanos europeos, la tensión entre la unidad política y la segmentación social, la organización y la concepción corporativa del orden social, la superposición entre orden político y homogeneidad espiritual y el nacimiento de una economía periférica, vale decir, dirigida hacia los mercados trasatlánticos […]
Aquella América compartió desde entonces rasgos y destinos de la civilización hispánica, cuyo elemento unitario y principio inspirador residía en la catolicidad, en la cual encontraba, además, su misión política.
Lo afirmado en el último párrafo es importante para pensar en el marco de nuestro espacio curricular y merece cierto detenimiento, puesto que, como veremos más adelante, autores como Domingo F. Sarmiento renegarán de esta herencia hispánica en el contexto de una época signada por la definición de un Proyecto de Nación y, por supuesto, en ese momento clave de organización del sistema educativo. Pero además, notaremos que, sobre todo, luego de 1930, el catolicismo impregnará en el sistema educativo de un modo tal que, a pesar de los diferentes vaivenes políticos, consolidará sus poder e influencia durante el siglo XX.
Adriana Puiggrós, a quien leemos, piensa la educación colonial en términos de continuidad con algunos proyectos educativos que se manifiestan durante la etapa post-independentista.  Es el caso, principalmente, de Facundo Quiroga y Juan Manuel de Rosas. Así mismo, cabo la pregunta de ¿qué ofrecerán de distinto los proyectos educativos que podemos calificar de modernos? Juan Carlos Tedesco, en un trabajo que leeremos las próximas clases, afirma que es Manuel Belgrano quien inaugura en Argentina el debate educativo en términos modernos. Entonces, aquí aparece una distinción que podría resultar importante considerar aunque sea demasiada general. Por un lado tenemos una educación colonial y por otro lado, una educación en “términos modernos”. Sobre esto volveremos.
El mestizaje es una marca distintiva y perdurable del proceso de conquista y colonización. Al igual que la “herencia hispánica”, será un problema de discusión clave al momento de pensar los  proyectos de Nación para la Argentina.  Definida en términos biológicos en su primer momento, hoy parece mucho más potente pensar esto en términos culturales alejados de ideas estereotipadas y esencialistas.
Al respecto, Mestizaje de Sarasola expone que las causas del mestizaje fueron por lo menos tres: 1) el establecimiento de una política poblacional que incluía al indígena (contraria a la experiencia inglesa), 2) la predisposición de ciertas comunidades a la integración, 3) ausencia de mujeres durante la Conquista en los primeros tiempos. 
En su exposición se detiene sobre el rol de la mujer y expone lo siguiente:
[…] en todos aquellos lugares en que se produjo la unión entre el conquistador y la india, la mujer actúa como preservadora de la cultura originaria, ya que engendra un nuevo tipo humano e inicia una nueva forma de vida en el continente, que si bien no es exclusivamente la indígena, tampoco es la del conquistador, triunfador en la contienda bélica pero dudoso vencedor en este otro encuentro con la mujer de esta tierra.
En la próxima clase trabajaremos el modo en que este orden colonial se desmorona y da lugar al proceso independentista y, luego, el de la formación de los nuevos estados-nacionales latinoamericanos.  Vamos a pensar que las propias Reformas Borbónicas del Siglo XVIII sentaron algunas premisas.
Para terminar, mis dos últimos comentarios.
La provincia de Córdoba cuenta con un patrimonio arqueológico muy importante, tanto indígena como colonial. Respecto al primero, contamos en la ciudad de Córdoba con el Museo Antropológico de la UNC. En relación al orden colonial, particularmente podemos hacer mención a las numerosas estancias jesuitas. Cuando pase la cuarentena y si las condiciones económicas son favorables pueden ser buenos destinos para visitar.
De la lectura que nos propone Adriana Puiggrós,  siempre recuerdo la historia del mulato Ambrioso Millicay, quien fue castigado en por haberse descubierto que sabía leer y escribir. Historia tan distante pero vigente, puesto que revela el carácter urgente, más aún en este tiempo de crisis, de entender la educación como un derecho. 


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