CLASE 3_Parte II LA EDUCACIÓN MODERNA. PROYECTOS EDUCATIVOS DEL SIGLO XIX

Prof. Joaquín 

A modo introductorio

Leímos en la primera clase, en el texto de Inés Dussel y Marcelo Carusso, Modernidad y Escuela: los restos del naufragio, lo crucial que resultó la definición de la educación en términos modernos  y cómo ella caló hondo  en la cultura política a lo largo de nuestra historia.  En este sentido, en esta clase, nos encontramos pensando un momento fundamental de nuestra historia.

Juan Carlos Tedesco, el autor que leemos hoy, afirma de manera contundente que es Manuel Belgrano quien inaugura en la Argentina el debate en términos modernos sobre la educación. Además introduce luego un detenimiento mayor en las figuras de Sarmiento y Alberdi, ambos exponente de la Generación del 37´, principalmente en relación a cómo piensan el cambio social para elaborar un proyecto de país, preocupación latente de aquí en más.

Manuel Belgrano

Pero quisiera, siguiendo el planteo de Mariño y Arata en los capítulos que leemos y que comenté en la clase anterior, recuperar la propuesta que realiza Gregorio Weinberg en relación a lo que él denomina el “modelo ilustrado” y “modelo emancipatorio”.

Para ampliar, además porque considero que constituyen muy buenas producciones audiovisuales, les propongo observar los capítulos (del 1 al 6) de la serie Proyectos de Nación conducido por Gabriel Di Meglio. Podemos conversar luego en torno a esto en nuestros encuentros virtuales.  Publicaré los videos para una mejor organización en otra clase que la llamaré “Clase 3(bonus) Los Proyectos de Nación en el Siglo XIX.

La Ilustración y la Emancipación (Gregorio Weinberg)

Un libro que consultamos es el de Gregorio Weinberg, titulado Modelos Educativos en la historia de América Latina. Muchos de sus planteos se recuperan en libro de Nicolás Arata y Marcelo Mariño. Acá me interesa compartir unas citas como si leyéramos juntos en clases presenciales.

Al referirse de la Ilustración expone lo siguiente:

Caracteriza el “modelo” de la Ilustración su espíritu modernizador ( nada revolucionario en sus objetivos iniciales aunque si alcanzar y hacerlo Por sus efectos mediatos), algunas cuyas notas definitorias podrían enunciarse así: secularización de la vida en general, con sus consecuencias evidentes sobre la sociedad de la administración; diversificación productiva; actualización cultural y educativa; Aunque la preocupación estuviese limitada sobre todo el propósito de instruir una clase dirigente, ampliada por su número, por la incorporación de nuevos sectores y en cierto modo también modificada cualitativamente.

Leemos características que ya trabajamos en la clase anterior. Importa traer aquí el modo en que los ilustrados pensaron según este autor el cambio social y el rol del Estado en este sentido.

Puede señalarse que sus representantes (del modelo ilustrado) no podían confiar en ningún sector social específico de la sociedad colonial como así tampoco en instituciones como la iglesia, para llevar a cabo su programa. Antes bien, salvo algunos grupos urbanos (comerciantes no vinculados al monopolio o intelectuales) el resto permanecería comprometido con el ordenamiento en la tradicional. Dada esta situación, el único agente de cambio posible que podía avizorarse era el Estado.

Estas citas nos dan un marco para pensar las lecturas de Manuel Belgrano y Mariano Moreno que se presentan en los textos de Arata y Mariño. Agrega Weinberg y esto es fundamental, que el modelo ilustrado sufrirá una serie de transformaciones bajo el signo de la revolución o de los movimientos emancipatorios. El cambio político implicará algunos cambios que perdurarán como telón de fondo del siglo XIX al momento de pensar las políticas educativas.

Entonces, si la ilustración en un primer momento piensa las transformaciones en los marcos definido por el poder imperial español y la autoridad del rey, luego con la revolución en cierne las posibilidad de construcción de un proyecto político se expande introduciendo novedades importantes. Por ejemplo, la lealtad al Rey es reemplazada por la lealtad hacia la Patria. Escribe Manuel Belgrano el 21 julio de 1810 en el Correo de Comercio,

Nuestros lectores tal vez se fastidiarán con que les hablemos tanto de escuelas; pero que se convenzan de que existen en un país nuevo que necesita echar los fundamentos de su prosperidad perpetua.

La cita es elocuente si nos detenemos en la idea de “país nuevo”. Entonces podemos pensar que estamos en un momento enteramente fundante.

Recuperemos la última cita un tanto extensa pero que de algún modo nos permite pensar, aun reconociendo estas distinciones, en términos de continuidad del proceso que abre la ilustración en América.

Decaído el fervor catequístico inicial de los primeros tiempos de la colonización europea en el Nuevo Mundo, la Ilustración renueva el entusiasmo por la actividad educativa, aunque atribuyéndole diferentes objetivos -los derivados del nuevo modelo- y que se manifiesta de mil formas diferentes: creación de establecimientos de enseñanza inspiradoros en otro espíritu, sobre todo práctico [...]

Estamos pues en presencia de una nueva ideología, que dispone de nacientes instrumentos, uno de ellos excepcionalmente importante: la difusión del libro cuyo equivalente podríamos a dar hoy a los medios de comunicación de masas […]

El momento siguiente [el que se inicia con la revolución] será, por tanto, el del predominio de esa ideología en busca de actores con fuerza y capacidad suficiente para “hegemonizar” el proceso de cambio que se avecina.

Por último

Bajo el signo de esta época, la instrucción del pueblo comienza   a convertirse en imperativo de modernización; un proyecto político sólido,  la felicidad (bienestar) de la sociedad y un buen gobierno se consideraban posibles en la medida que el pueblo adquiría cierto nivel educativo. La metáfora de “iluminar” al pueblo era pues un mandato. Traducidos en términos sociales: ilustrados (cultos) y pueblo (incultos).Es decir, el mandato no torcía la jerarquía, los ilustrados se pensaron como vanguardias que debían “guiar” al pueblo, señalar los senderos del buen vivir. Esto es importante tenerlo en cuenta porque nos permite entender el carácter paradójico que adquieren las propuestas por ejemplo de Sarmiento y Alberdi.

En términos de políticas educativas, esto también lo trabaja Adriana Puiggrós, se ensaya en la primera mitad de este siglo XIX, lo que se conoció como el Modelo Lancasteriano, una apuesta de educación en masa a bajo costos y que adquirió resultados variados según los países.

 


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